Más del 90% de la población
tiene, en algún rincón de su casa, una báscula. Ese aparato cada vez más ligero
y compacto que te dice exactamente cuánto pesas. Estoy segura de que muchos de
vosotros tenéis una, ¿a que sí? También estoy segura de que, si no todos, la
gran mayoría de vosotros, os pesáis todos los días, y, algunos, más de una vez
al día.
Por otro lado están los que no
tienen báscula pero acuden a la farmacia más cercana a pesarse. Muchos lo hacen
varias veces por semana. Éstos se fían muchísimo más de la báscula de farmacia
porque te dice cuánto deberías de pesar conforme a tu sexo y tu estatura.
Ahora me gustaría que pensaseis
en cómo os sentís antes de subiros a la báscula (ya sea la vuestra propia o la
de la farmacia). Muchos se ponen nerviosos pensando aquello de “¿habré bajado peso desde la última vez?”
(aunque esa vez haya sido hace un par de horas), o “con todo lo que cené anoche habré engordado, seguro”, o incluso “con todo lo que he hecho hoy en el gimnasio
tengo que haber perdido peso, seguro”. Pensadlo, ¿quién no ha subido alguna
vez a una báscula intentando flotar para pesar menos?
Visto desde fuera parece cómico,
¿verdad? Pero, si os paráis a pensar, llega a ser preocupante. Hoy en día, casi
nadie disfruta de la comida. Cada vez menos gente disfruta como es debido de la
actividad física (muchos comienzan a hacer deporte, no por diversión, sino por
ver disminuir los dígitos en su báscula). La gente vive cada vez más estresada
por los números que marcan esas dichosas máquinas.
El objetivo del post de hoy es
que empecéis a dejar de utilizar esos aparatos, que más que unos aliados se han
transformado en uno de nuestros peores enemigos.
Son incontables las veces que me
dicen aquello de “me sobran X kilos, ¿qué
puedo hacer para perderlos?”. Lo más preocupante es que, la gran mayoría de
las personas que me lo dicen, no necesita perder ni un gramo. Bien al
contrario, muchos de ellos necesitarían ganar un poco de peso. Pero, por lo general, la gente tiende a hacer más
caso a la báscula de una farmacia que a los profesionales del sector.
Vamos a pensar en los datos que
se introducen en la báscula de una farmacia cuando vais a pesaros. Se introduce
la estatura, el sexo y, en algunas, la edad. A partir de esos datos, basándose
en unos parámetros generalizados, la báscula te dice si estás por encima o por
debajo de tu peso ideal.
¿Os soy sincera? La expresión peso ideal me parece odiosa y
manipuladora. Como ya he dicho, estas
máquinas calculan ese peso ideal
basándose en parámetros generales. Ahora, como nunca me cansaré de decir,
cada persona es un mundo. No podemos pretender que dos personas, simplemente
por ser del mismo sexo y medir lo mismo hayan de pesar lo mismo. NO. En nuestro
peso corporal intervienen muchos factores, entre ellos nuestro
estilo de vida (es totalmente imposible que pesen lo mismo una persona que
trabaja sentada en una oficina y una que trabaja en la obra, por ejemplo. Ni
una persona que se pasa el día sentada en el sofá y una que realiza actividad
física a diario).
¿Verdad que las básculas de
farmacia no os preguntan en qué trabajáis, ni las horas de actividad física que
realizáis al día, ni el tipo de actividad que realizáis? Para mí, esto es la
prueba de que el peso que marcan no es, ni de lejos, el ideal. Lo malo es que
ese concepto (peso ideal) se graba tan a fuego en la cabeza de la mayoría que la
gente se obsesiona por conseguirlo, llegando a hacer verdaderas locuras
(saltarse comidas, sustituirlas por batidos/barritas…).
Ahora me gustaría que pensaseis
una cosa: la industria farmacéutica
obtiene grandes ingresos con la venta de productos adelgazantes (batidos y
barritas sustitutivas, cremas, cápsulas…). Si os hacen creer que necesitáis
perder peso para estar ideales, ¿qué
es lo que haréis nada más bajar de la báscula? Dirigiros al farmacéutico de
turno para comprar esos productos tan caros y, en la mayoría de los casos, tan
poco efectivos.
Sí, aunque suene duro es así.
Juegan con nuestra mente para ganar dinero. Así, si me permitís un consejo, si queréis pesaros, nunca lo hagáis en
lugares en los que se vendan productos adelgazantes. En la gran mayoría de
ellos os harán creer que estáis por encima de vuestro peso ideal.
Pero no vayáis a pensar que las
básculas que tenéis en el cuarto de baño o en la habitación son mejores. Éstas
pueden hacer que os obsesionéis tanto o más con vuestro peso.
Tener una báscula tan a mano,
que encima te pesa gratis, es la excusa perfecta para pesarte cada día conforme
te levantas, ¿a que sí? Y, ¿a que muchos de vosotros se pesa varias veces al
día? Sed sinceros, ¿cuántas veces os habéis saltado la merienda o la cena
porque pesabais más por la tarde que por la mañana?, ¿cuántas veces habéis
salido a correr durante horas u os habéis machacado en el gimnasio por la misma
razón?
Cuidado. Nuestro peso puede fluctuar en cuestión de horas, sí, pero eso no
significa que nos hayamos vuelto obesos de repente. El peso puede fluctuar por mil razones (estrés, cansancio…), sobre todo si eres mujer. Aunque no nos
guste, hemos de admitirlo, las mujeres somos bombas hormonales. Sufrimos
cambios hormonales muy fuertes a lo largo del mes (pre-ovulación, ovulación,
post-ovulación, pre-menstruación, menstruación, post-menstruación). Así, en
cuestión de horas, podemos pasar a pesar hasta viarios kilos más. Y, si a esto
le sumamos el estrés del día y el cansancio, os podéis imaginar, ¿no? Así que,
por favor, empezad a quitaros esa manía de pesaros cada día a cada hora. No
sirve para nada más que para obsesionaros con algo que no tiene la menor
importancia.
Sí, como lo leéis. Nuestro peso corporal no tiene tanta
importancia como se le da en los medios de comunicación. No sé por qué todo el mundo se
empeña en que debemos de pesar poco.
Muchas alumnas han venido
asustadas últimamente por aquello de “desde
que vengo al gimnasio he engordado”. Y me cuesta muchísimo hacerles ver que
ganar peso no es engordar. Engordar es
ganar volumen, no peso y adelgazar es perder volumen, no peso. Así, podemos
ganar peso y estar adelgazando. Es lo que suele pasar cuando empiezas a hacer
alguna actividad física. Quemas grasa, que desaparece de tu cuerpo haciéndote
perder volumen. Pero la grasa apenas pesa, por lo que esa pérdida casi no se ve
reflejada en la báscula. Pero a la vez que quemas grasa, aumenta el tono de tus
músculos, algo que no te hará ganar mucho volumen pero que te hará subir peso
(el músculo magro pesa mucho más que la grasa). Esto hará que el número que
aparece en la báscula aumente un poco.
Ahora, si veis que la ropa os
sienta cada vez mejor, que estáis cada vez menos flácidos y más tonificados y
firmes, si os sentís cada vez más ágiles… ¿No creéis que ésta es señal
suficiente para saber que estáis haciendo las cosas bien, digan lo que digan
las básculas? Para mí, esto es lo importante.
Como suelo decirle a mis
alumnos: tirad las básculas, o regaládselas a vuestro peor enemigo. No os
peséis, sólo vais a lograr obsesionaros y agobiaros, en la gran mayoría de
casos, sin motivo.
Sé que es difícil, pero
intentadlo. Dejad de darle importancia a ese número que aparece en la báscula y
empezad a hacerle más caso a cómo os sentís y a cómo os sienta la ropa.
Disfrutad de una dieta sana y equilibrada, disfrutad de la actividad física que
más os guste y, creedme, disfrutaréis de un buen cambio en vuestro cuerpo sin
necesidad de pesaros. Intentadlo, vuestra salud os lo agradecerá. J
Para cualquier
consulta: mejorsiesconsalud@gmail.com
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